miércoles, 29 de enero de 2025

¿Qué nos enseña?

 La parábola del buen samaritano fue la respuesta de Jesús a un maestro de la ley que le preguntó quién era su prójimo. En lugar de darle la respuesta, Jesús le contó esa historia para que él mismo reflexionara y la descubriera.

Un hombre iba por un camino y unos ladrones lo asaltaron quitándole todo lo que tenía. Lo hirieron de tal forma que lo dejaron medio muerto en medio del camino. Por el camino pasaron otras tres personas. Primero, un sacerdote que vio al hombre en el suelo, lo ignoró, y siguió su camino. En segundo lugar, pasó un levita. Los levitas, al igual que los sacerdotes, trabajaban en el templo. Lo lógico sería que uno de los dos se detuviera. Pero no, el levita también siguió su camino sin ayudar al hombre.

La tercera persona en pasar por el lugar fue un samaritano. Los samaritanos y los judíos tenían cierta rivalidad. Los samaritanos eran considerados inferiores y herejes. Sin embargo, el samaritano sintió misericordia por el hombre tirado en el camino. Se detuvo a ayudarlo, vendó sus heridas y lo llevó a un lugar donde lo cuidó. Antes de continuar su camino, dejó suficiente dinero para que otra persona cuidara del herido.

Jesús le preguntó al maestro de la ley cuál de los tres demostró ser el prójimo del herido. «El que hizo misericordia con él» fue su respuesta. Y Jesús lo animó a hacer lo mismo, a mostrar misericordia por su prójimo.

¿Cuál es la enseñanza de la parábola?

Con esta parábola aprendemos la importancia de amar y tener compasión de los demás, sean quienes sean. 

El gran mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es uno que lleva a la acción

¡debe practicarse! 

Un amor que no se expresa de forma concreta, no es amor verdadero, sino una emoción.

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